El domingo lo pasas regular. Le pides ayuda a Hestia para calmar los nervios y te prepara un baño relajante. Te recomienda no obsesionarte con tus pensamientos, que pongas el foco en las sensaciones corporales.

El lunes, de camino al trabajo, miras al paisaje absorta en tus pensamientos. Algo ha hecho crac en tu interior, pero no sabes qué es. Admites que tienes miedo de que te pase lo que les pasó a tus padres biológicos: caer en la Smart Depression y no querer seguir viviendo. Creías que el buen uso de la tecnología era la clave para que a ti no te pase nada de eso, pero ¿qué significa buen uso? ¿Quién lo mide? Tirando de ese hilo, empiezas a poner en duda la validez de las investigaciones que has leído, las bases de los tratamientos que aplicáis en centro… todo.

Ese día, buscas por primera vez “Resistencia Digital” en la red. No hay demasiada información. Las dudas te invaden durante toda la semana.

Jo te escribe todos los días y tú le contestas tarde y distante. No sabes cómo explicarle lo que te está pasando. Jo nota que algo raro te está pasando, claro. Te pregunta si estás bien, si necesitas espacio, o hablar, o… No sabes qué contestar.