Termináis los cuestionarios y subís juntos al escenario. En el centro se encuentra la terminal de la Ciudad Única.
—Hemos llegado —te dice Muri sugiriendo la sensación de satisfacción de quien llega a la meta de un largo viaje—.
—¿Qué es esto? —le preguntas completamente perdido, «Empiezo a acostumbrarme a estar perdido. En realidad, demasiado acostumbrado».
—Es la terminal de la Ciudad Única. Podría decirse que es el motor que mantiene viva a la Nueva Colonia. Destruida la terminal, se acabó el Gran Retorno.
—El Gran Retorno, y nuestras vidas, Muri —le dices preocupado— ¿Cuánta energía gestiona este trasto? ¡Si reventáramos esto, toda la Colonia se iría al mierda!
—Alguien debe sacrificar la Tierra por el Planeta —te dice con total convicción—.
En ese momento aparecen dos personas en el anfiteatro por un pasillo que hasta entonces ni siquiera has visto. No los conoces, pero parece que uno de los que ha entrado, Muri sí.
—¿Muri? ¿Qué haces? —pregunta triste. Te das cuenta de que es el elegido que ha tomado la palabra en el anfiteatro—.
—¡Vaya! —exclama Muri con una sonrisa— Esto sí que no me lo esperaba, Ziru.
—¿Os conocéis? —le preguntas a Muri tratando de entender lo que está pasando.
—¡Claro que nos conocemos! Diría que casi mejor que tú— te responde— En un lado, Ziru, mi mejor amigo de siempre. Y en el otro… Iba a decir el mejor amigo a día de hoy, pero, bien sabemos que los dos teníamos todo el aspecto de acabar siendo un poco más que eso, ¿no es así? —por primera vez, notas cierta tristeza en sus palabras. A ti también te golpea fuerte lo que acabas de oír—.
—Tienes que acabar con esto, Muri —dice Ziru— No puedes explotar toda la Colonia. Bastante gente ha muerto ya en esta locura – ¡y tú! —grita mirándote— ¿Estás de acuerdo con esto? ¿Quieres llevar a las espaldas de tu nombre la muerte de mil personas para siempre? ¿Ese es el legado que quiere dejar a tú familia?
Miras a Muri y se impone al llanto sobre todas las demás sensaciones. Sollozas y empiezas a alejarte de Muri.
—No puedes dejarme solo ahora —te suplica mientras sus ojos florecen—.
Coge la pistola de protones y te la enseña. Te asustas, «¿También tiene que matarme a mí?».
—Soy Muri, tu Muri. Nunca te haría daño— lanza la pistola lejos del escenario y te hace señas de que vuelvas con el abriendo los brazos.
—¡No! —grita Ziru— ¡Tenemos que parar esta locura!