No sabes muy bien por qué, pero te quedaste con él. «Pero… ¿y ahora, qué?».
—Espero que no arrepentirme —empiezas a balbucear— debería avisar a la Ciudad Única que mi plaza ha quedado libre… —te quedas pensativo un momento— Me tendrá que sustituir alguien más!
—Ni pensarlo —te interrumpe Muri— Tenemos que unirnos a la expedición, ¡vamos a la estación de repente!
Te quedas atónito con lo que acabas de oír, «¿Ha perdido la cabeza?». Te quedas en tu lugar sin saber qué hacer y Muri entiende que necesitas una explicación, aunque te cueste.
—Tienes que venir conmigo, tenemos que quedarnos la recolonización.
—¿Cómo? Pero ¿qué estás diciendo? —le preguntas completamente perdido— ¿Por qué no has empezado por ahí?
—¿Tenía que saber que tenía todo tu compromiso antes de explicar nuestra misión?
—¿Misión? Bueno, bueno, bueno… ¡Tú estás loco!
—Formo parte de un equipo que se opone al Gran Retorno. Pensé que lo sospecharías.
Le pides más explicaciones con gestos de desesperación.
—Para que quede la recolonización tenemos que formar parte del primer millar. —te acaba contando—.
—¡Si ya era yo! —exclamas furioso—.
—No, no podemos viajar con nuestras identidades reales. El líder supremo nos ha reservado dos asientos para que nos infiltremos en el primer mil.
—¿Líder Supremo? —preguntas pensando que la historia empieza a complicarse demasiado—.
—Esto es muy grande, hazme caso —te dice cogiéndote la mano— tenemos que salvar el Planeta Tierra.
La resistencia que has sentido hasta ahora se ha convertido en interés de repente . Muri sigue hablando.
—El objetivo de la recolonización es devolver la soberanía popular al hombre y eso, será la ruina del planeta, una vez más —Muri habla muy bien y empiezas a pensar que tiene razón— siempre pasa lo mismo. Al principio, la gente y su participación son absolutamente necesarios para construir un sistema justo. De ahí que se nos llene la boca con la grandeza de la democracia. Poco a poco, sin embargo, la gente no tendrá ganas ni tiempo de participar en todas las decisiones. Por lo tanto, crearemos partidos políticos para que podamos estar representados no por nosotros mismos, sino por una representación de personas con ideas afines. Para el final, sin embargo, estos partidos cobrarán vida propia y olvidarán a las personas que los fundaron, priorizando los aparatos de supervivencia del partido. —«¡Claro que sí, qué bien lo ha explicado!»—.
Te ha convencido, tiene toda la razón, ha pasado una y otra vez en la historia, y pasará una vez más.
—¿Y cómo podemos arreglar eso? —le preguntas—.
—Pues hay dos posibilidades…