Has conseguido que pare la cuenta atrás. Parece que la pesadilla ha terminado y respiras con tranquilidad. Lástima que te equivoques, «Otra vez». El anfiteatro tiembla y aparece en el escenario el holograma de la Ciudad Única.
—Queda claro una vez más que si quiero que las cosas se hagan bien las tengo que hacer yo mismo —nos dice con aburrimiento—.
Todos os habéis quedado helados mirando el holograma.
—¿Qué clase divina de IA sería si condicionara toda la misión con un botón que pueden pulsar algunos humanos?
No sabes qué hacer y parece que los demás están en la misma situación.
—La Ciudad Única es el lugar ideal para la humanidad, y para que las cosas sigan como están, la Nueva Colonia debe desaparecer. Muchas gracias y adiós.
Parece que la pesadilla va a peor y que al final, tras un sinfín de burlas a lo largo del día, la muerte te ha pillado como una gigantesca explosión. De repente, sin embargo, Muri coge una barra metálica para dirigirla corriendo hacia la terminal. La Ciudad Única le pide que pare, pero Muri mete la barra en los circuitos de la terminal en un salto. Recibe una tremenda descarga eléctrica, y la terminal se apaga. El holograma ha desaparecido. Ziru y tu corréis hacia Muri mientras su compañero huye del anfiteatro.
Al llegar al cuerpo, os inclináis a su lado. Es tarde, está muerto.
—Gracias, Muri —le dice Ziru cogiéndole la mano—.
Tú también le haces una caricia a Muri. Os ponéis a llorar y os abrazáis.