Configuráis en un minuto los parámetros y en cuanto os llegan las notificaciones mutuas los aceptáis. Os besáis con el abrazo de la música.

De repente, te vibra la pulsera: es la señal de parar. Al parecer, el dispositivo ha detectado que a Bobbi no le convence del todo lo que está pasando.

   —Perdona, no sé muy bien… por qué… —dice Bobbi con confusión.

   —Tranqui, todo bien, de verdad.

   —No, pero estoy a gusto, no entiendo por qué… pero, ¡si estaba en el paraíso!

   —¿Sí? ¿Fijo?

   —Diría que sí… pero ahora me entra la duda…

   —¿Ha sido algo que he hecho? ¿O dicho?

   —No, no sé.

   —…

   —…

   —Bueno, pues lo dejamos para otra vez, ¿qué te parece?

   —Pues casi que mejor. Lo siento mucho, de verdad…

Te vas a casa con toda tu frustración. No entiendes lo que ha pasado. Sientes enfado. A veces te parece que tenemos una confianza demasiado ciega en la tecnología. No estaría de más aprender a escuchar las señales del cuerpo de vez en cuando, joder.