—Vaya Rick. Parece que sois muy de dar consejos a desconocidos —contestas sin amedrentarte—. No te lo he dicho, pero tienes una casa preciosa… La verdad es que yo también me pregunto siempre cómo llegáis vosotros a tener todo esto… Es muy curioso, ¿verdad? Mi padre, que era un tipo humilde, siempre me dijo que nadie se hace rico trabajando. ¿Tú qué crees? Seguro que tu amigo Emilio el juez le daría la razón. Qué sabios son los padres, ¿verdad? —reflexionas mientras notas que sus músculos maxilares se contraen y sus ojos muestran perplejidad.
—De hecho, Rick, ahora que me acuerdo, fue increíble cómo cambió tu vida aquella recalificación de los terrenos protegidos en el sur de Grijalbo. Menudo pelotazo distéis… ¡Brindemos por ello!
—… ¿Qué es lo que quieres?
—Creo que he sido bien claro, Rick. No me interesa una mierda vuestro club de snobs, pero qué le vamos a hacer, ahora me tenéis de vecino, y mi alto CQI me da acceso a cosas que no os da vuestro maldito dinero, entre ellas, vuestros secretos. No te queda otra, si quieres que la merienda acabe bien, debes mantener la boca cerrada y ser un buen anfitrión.