Sales de la comisaría con un peso menos sobre tu espalda, sabes que gracias a ese papel podrás buscar trabajo, y sabes que poco a poco todo mejorará.
Pero esa paz dura poco, se empieza a hacer de noche y te preguntas dónde dormirás.
Intentas acercarte a la gente con la que te cruzas pero no entienden tu idioma, y después del viaje en camión, tu olor no es nada agradable. No tienes con qué abrigarte y empiezas a sentir miedo.
Entonces alguien te toca la espalda, te giras y ves a uno de los policías que te interrogaron horas antes. Te pregunta qué tal estás, y te ofrece dormir en su casa. Parece amable, pero no sabes hasta qué punto puedes fiarte de nadie.