Al día siguiente, quedas con Noa y Alex para ir como siempre a un AMC (Airplane Mode Coffee). Os conocisteis en la universidad y ahora son tu familia.
Les hablas sobre Rio y os ponéis a analizar cómo puede ayudar la tecnología en las relaciones. Para Noa, la ayuda de los algoritmos es imprescindible en las relaciones íntimas, igual que en cualquier aspecto de la vida. Lo compara con las apps y dispositivos para mejorar la productividad. «Las relaciones son trabajo, al fin y al cabo» dice. «Hay que gestionar el tiempo, el flujo eficaz de la información, los acuerdos… un montón de horas y mucho estrés. ¿Por qué no aceptar un poco de ayuda?». Alex, sin embargo, no lo tiene tan claro. Últimamente ha estado investigando sobre la Resistencia Digital, y confiesa que le da un poco de envidia todo eso de vivir en modo natural. «Vivimos al servicio de las grandes corporaciones a cambio de una fantasía de control» afirma. «Nos controlan ellas, y nos aíslan cada vez más». Noa y tú os miráis con sorpresa. Normalmente no es tan radical.
Seguís analizando el mundo, repasáis los cotilleos y os perdéis en superficialidades entre risas. Amas profundamente a estas personitas que te ha traído la vida.
Llegas feliz a casa. Al meterte en la cama, sin embargo, empiezas a darle vueltas a lo que ha dicho Alex. Se repiten las palabras “control” y “aislamiento” en tu cabeza. Te invade una sensación extraña. Sientes una especie de tristeza, y un miedo intenso. Estás confusa. Nunca has sentido nada parecido. Te da mala espina, no puedes dormir. Coges el ordenador y metes esta búsqueda en tu bibliografía de psicología: “Smart Depression síntomas”. Pasas toda la noche leyendo, te duermes al amanecer.