Te diriges al baño para resetear y poner a punto tus capacidades aumentadas de sensorialidad. Guardas en una memoria todas las imágenes capturadas por tu Procesador Ocular Inteligente, rellenas tu biblioteca de olores y sabores con los nuevos aprendidos y te das crema exhaustivamente en tus huellas dactilares para cuidar minuciosamente tu tacto.

En pijama, con la cara y los dientes limpios, vas a la cama. Frente a ella ves la lucecita roja de la notificación en el cabecero, la abres: «Alerta. Hora del lobo. Tienes altas probabilidades de despertarte hoy entre las 3 y las 4 por tu estado físico y mental actual».

«La hora del lobo es el momento entre la noche y la aurora cuando la mayoría de la gente muere, cuando el sueño es más profundo, cuando las pesadillas son más reales, cuando los insomnes se ven acosados por sus mayores temores, cuando los fantasmas y los demonios son más poderosos…». —Ingmar Bergman, La hora del lobo.

Mierda, te ha pillado. Sabes que la madrugada es una hora difícil de gestionar, tus ansiedades y miedos están a flor de piel, volver a conciliar el sueño en la nube oscura suele ser imposible. Sin embargo, una parte de ti se ilumina en ese momento. «¿Y si mi cama inteligente se equivoca? ¿Y si realmente soy capaz de no caer en mis miedos más profundos? Aún mejor, ¿y si ni siquiera me despierto hoy por la noche?».

Sabes que si dejas la casa conectada estará ahí para ti a las tres de la madrugada. Te pondrá música, un coach-bot te ayudará a gestionar tus dudas e incluso podrá mecer levemente la cama para acunarte. De lo contrario serás tú sola quien tenga que tomar las riendas de la situación en la casa oscura, tirar de tus recursos propios.