—¡Calla Missy! Qué pesada te pones… —dice una sexagenaria sosteniendo un perro yorkshire fuera de control que la ha tomado con tus viejas zapatillas—. Perdonadla, se pone como una loca con la gente que no conoce.

   —Sois nuevos por aquí ¿verdad? No os había visto nunca por la urbanización —comenta extrañada pasando sin recato su mano derecha por el “iD” de mi muñeca haciendo que se intercambien nuestros contactos—. ¡Encantadas! ¿Verdad Missy?… Oye, venga, no seas una perrita maleducada y da la bienvenida a los nuevos vecinos —ríe inexpresiva mientras se tensiona el relleno de sus pómulos.

   —Gracias señora… ¿Montalvo? —dices revisando tu pulsera iD—. Un placer. La verdad es que acabamos de llegar. Estamos aún ubicándonos y disfrutando de la tranquilidad de la urbanización. Llevábamos tiempo buscando un lugar tan exclusivo y tranquilo como este.

   —Exclusivo… Jajaja… Qué tiernos. Oye, ¿de quién sois familia, queridos? Mi iD no detecta contactos en común. Es rarísimo, ¿verdad? Ricardo, mi marido, tiene amigos hasta en el infierno, jajaja —insiste como si pudiera olfatear vuestro intrusismo.

   —Pues sí… Pero venimos de muy lejos, señora —disimulas mientras ella asiente sin perderos de vista.

   —Oh, ¡claro! Qué desconsiderada. Le diré a Rick que organice una merienda para daros la bienvenida, en la “urba” nos conocemos todos, somos una gran familia. ¿Qué tal os viene el próximo jueves?