Llegas feliz a tu casa, tu fuerte. Vives sola en un apartamento inteligente de protección oficial para personas jóvenes. Viniste a la ciudad para estudiar en la universidad, lejos de tu familia (en muchos sentidos). Te inscribiste en un programa del Gobierno para conseguir una vivienda digna, gracias al cual puedes pagar con tus datos una parte del alquiler reducido. Y es que el Gobierno necesita datos del modo de vida de la juventud, y esta necesita oportunidades para emanciparse. Te parece un buen trato. Sólo das algunos datos concretos, nada demasiado íntimo.

Te tumbas en el sofá y sacas tu dispositivo con ilusión: vas a reservar el concierto que verás con Bobbi.