El lunes, de camino al trabajo, te sientes un poco frustrada por lo de Rio. Vas sintiendo cómo crece el enfado dentro de ti, te sientes una auténtica idiota. Pero no quieres ir por ese camino. Ya está, pasó lo que pasó, lo aceptas y adelante.
Casi sin pensarlo, sacas tu dispositivo inteligente y abres LoveOne. No quieres que la aplicación te haga una selección, quieres sumergirte en el mar y nadar entre los perfiles, entre delfines, tiburones y corales. LoveOne llama a este modo de uso “vintage mode”, ya que es como se usaban alrededor de 2020.
Al principio lees con mucho cuidado los perfiles y sólo haces swipe a la derecha cuando estás segura. El primer match te produce cosquillas en la tripa.
Durante toda esa semana esperas con ilusión cada día a que sea la hora de salir del trabajo para subirte al aerotrén y volver a abrir LoveOne, a ver qué nuevos matches tienes. Ya no les prestas tanta atención a los perfiles, funcionas por intuición, este sí, este no, este no, este sí. Chateas con algunos matches, a veces alimentas la posibilidad de quedar cara a cara, pero lo que más ilusión te hace es acumular matches. Te sientes vista, deseada, venerada de alguna manera. Qué maravillosa sensación.
Tu entusiasmo va en aumento, has conseguido hacer match con perfiles muy top y te pasas el día chateando mientras sigues haciendo swipe. Un día decides no ir al trabajo porque estas relaciones requieren atención y tiempo y nunca has faltado al trabajo, no pasa nada. Les dices que estás enferma.