Ni siquiera tienes que escuchar la tercera palabra para reconocer su voz. Nunca habías visto ese rostro pero sin duda alguna conoces esa voz; es Hestia. La dejas pasar, incapaz de decir que no a un alma que te resulta tan familiar.

Cinco minutos después estás sentada frente a ella, no has podido ofrecerle café porque no sabes como hacerlo sin tu casa encendida pero no ha parecido molestarle. Tampoco has dicho una palabra desde que ha entrado, te has limitado a asentir y a analizar sus movimientos, intentando averiguar si estás conociendo al alma humana detrás de Hestia o si, por el contrario, lo que tienes frente a ti es un humanoide que casualmente comparte registro de voz con ella.

Ella decide romper con el silencio y te lanza una pregunta que resuelve tus dudas sobre su identidad…

   —¿Por qué me has apagado?